LAPONIA NORUEGA

La tierra de los lapones y de las enigmáticas auroras boreales, de los fiordos nevados y de los impresionantes paisajes de montaña, de renos y trolls, desde las coloridas Islas Lofoten hasta Kirkenes, más allá del famoso Cabo Norte en la frontera con Rusia. Déjese seducir por la Laponia noruega y sus impresionantes paisajes.
TRADICIONES

Para las grandes celebraciones a los noruegos les gusta vestirse con el «bunad», que es el traje nacional. Más que un mero elemento del folclore, esta prenda constituye el verdadero símbolo de una identidad nacional y cultural que los numerosos siglos de dependencia no hicieron más que reforzar. La importancia que se concede a este traje de fiesta se manifiesta, como en ningún otro momento, durante la fiesta nacional, el 17 de mayo.


ARQUITECTURA Y ARTE

Noruega es el único país de Europa del norte donde aún permanecen intactas varias iglesias medievales de madera. Efectivamente, durante el Medievo, cuando toda Europa se cubría de iglesias de piedra, Noruega utilizaba la madera de sus bosques para edificar las suyas. En su mayoría, poseen una magnífica decoración interior y espléndidos ornamentos: portales laboriosamente tallados y cabezas de dragón en el remate de los techos.


ZONAS DE INTERÉS

La capital de Noruega es una ciudad tranquila, limpia y ordenada. Conviene dedicarle al menos un día, ya que reúne una buena colección de museos que además se concentran en un solo distrito rodeado de parques. Ibsen flota en el ambiente, es algo que sus admiradores podrán comprobar al primer golpe de vista. La capital de los fiordos tiene una identidad tan fuerte que ha dado lugar a un dicho popular: «Yo no soy noruego, soy de Bergen». Como en muchas ciudades escandinavas, la belleza no reside tanto en los monumentos (aunque también los hay) como en la naturaleza y el entorno en el que se asienta. Construida siempre en madera, diversos incendios y batallas la han arrasado. La antigüedad brilla por su ausencia, excepto en las antiguas casas de los comerciantes alemanes situadas en el puerto. Es una de las ciudades más animadas del país y goza de cierto ambiente cosmopolita gracias al puerto y al hecho de ser un importante centro turístico. La oferta cultural es amplia y variada. La «Capital del petróleo» es una ciudad de fuertes contrastes y con encanto. Tiene fama de ser uno de los lugares más caros del país. A pesar de su reducido tamaño, gracias al negocio del «oro negro» conviven en ella gentes de todos los lugares del mundo. Se debe pasear por el barrio viejo, donde se conserva el mayor y más bello conjunto de casas de madera de Noruega, y la playa de Solastrand. Merece la pena una visita al Museo del Petróleo.  A la ciudad se accede a través de una compleja red de túneles y puentes, auténticas hazañas de la ingeniería, que llegan a medir más de cinco kilómetros. Declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Gracias a sus casas de madera, el frío y los cielos plomizos que sobre ella se ciernen, la ciudad tiene un inevitable aire de poblado del Lejano Oeste. Su tradición minera se remonta al siglo XVI, y aunque los yacimientos dejaron de ser explotados en 1989, alberga un impresionante museo de la minería que ha sido galardonado en varias ocasiones. La excursión por un glaciar es una experiencia fascinante: Breheimsenteret en Jostedal y Breporten en Stryn, ubicados en la provincia de Sogn og Fjordane, son especialmente  recomendables. Los que deseen saber más sobre glaciares, pueden visitar el Norsk Bremuseum (Museo Glaciológico) en Fjærland. Los glaciares son lugares peligrosos y hay que ir siempre acompañado de un guía experto. El archipiélago de las Lofoten reúne buena parte de los encantos de Noruega. Se encuentra dentro del Círculo Polar Ártico, así que disfruta del sol de medianoche y las auroras boreales. Las montañas y los desfiladeros sobre el mar son de los más espectaculares del país, y a eso hay que sumar la ventaja de que no cuenta con grandes poblaciones, la gente es sencilla y acogedora y se suele dedicar a la pesca del bacalao (ahora también al turismo). El último de los grandes enclaves balleneros. Situado al sur de Oslo, a unos 50 kilómetros de la capital noruega. Dispone de un balneario. Durante siglos ha sido el punto de partida de las expediciones polares. Amundsen hizo escala allí en muchas ocasiones y a Tromsø llevaron su cuerpo después de que se estrellase en una operación de rescate en 1928. Para conocer más sobre la relación de esta ciudad con el Ártico, es imprescindible la visita al Polarmuseet, que abre hasta las 14 horas en invierno. Tromsø es la capital del norte de Noruega. Eso, junto a la universidad, la convierte en una ciudad muy animada. Dispone del mayor número de bares y restaurantes por habitante de todo el país. También es la sede de Mack Øl, una excelente cerveza que, además de estar muy buena, es la más septentrional del planeta. El Cabo Norte es la meta de miles de viajeros y esto se está haciendo notar. En el acantilado donde termina el continente se ha construido un centro turístico muy discutido y en verano el tránsito de gentes resta bastante encanto a este lugar mítico. Lo más recomendable es visitarlo fuera de la temporada alta y cuando existe luz, aunque sólo sean unas pocas horas al día. En invierno la carretera suele estar cortada por la nieve, aunque unos pequeños tractores llevan a los visitantes hasta el Cabo Norte (por encargo y  después de pagar un precio astronómico). Sin embargo, no merece la pena visitar el punto más septentrional de Europa en la más absoluta oscuridad. Honningsvåg es el núcleo urbano más grande de la isla; tiene 2.500 habitantes y se jacta de elaborar la cerveza más norteña del mundo. Para encontrarla, basta con preguntar en el bar junto a la oficina de correos. No se embotella, así que sólo se puede tomar allí, y no está nada mal. A tener en cuenta: en Honningsvåg los bares sólo pueden servir bebidas alcohólicas a partir del mediodía.